• enero 31, 2025

EL VALLE DE TEHUACÁN-CUICATLÁN, UN LUGAR PARA RECONECTAR

Por: Luis Ángel Macotela Colin

Desde hace algunos años, el Valle de Tehuacán-Cuicatlán ha sido incluido en la Lista del Patrimonio Mundial Mixto de la UNESCO. Esto no es sorprendente; basta con echar un vistazo a la enorme riqueza biológica y cultural que este magnífico lugar ha resguardado durante miles de años para darnos cuenta de su inmenso valor. 

Este valle alberga una biodiversidad sin precedentes, debido en gran parte a su ubicación geográfica y a su historia geológica. Se encuentra en la región montañosa entre los estados de Puebla y Oaxaca, abarcando más de medio millón de hectáreas, divididas en 51 municipios. Contiene zonas semiáridas y áridas, y su biodiversidad es la más grande de Norteamérica. Los naturalistas de décadas pasadas quedaron impresionados por la enorme cantidad de cactus columnares y por el tamaño que alcanzaban algunos de estos individuos dentro del Valle de Tehuacán-Cuicatlán. Actualmente, esta región es reconocida como uno de los principales centros de diversificación de diferentes especies de cactáceas, entre las que se incluyen los nopales, biznagas y peyotes.

La zona también alberga una variedad de agaves, yucas y árboles que, en conjunto, forman más de 29 asociaciones vegetales, entre las que se incluyen el bosque tropical caducifolio, el bosque de encino y pino, y el matorral de arbustos espinosos con cactáceas. Esta gran diversidad de ambientes ha propiciado, a su vez, el establecimiento de distintas especies animales que han sabido aprovechar el agua, el alimento y el refugio que estos entornos proporcionan.

Su geología no es menos sorprendente. El Valle de Tehuacán-Cuicatlán se localiza en una fosa tectónica, es decir, una depresión alargada entre dos fallas paralelas, donde el terreno no se hunde por erosión sino por fuerzas internas de la tierra. Los movimientos tectónicos particulares de este sitio moldearon un entorno complejo compuesto por cerros, valles y acantilados. La relevancia de sitios con estas características es tal que algunos arqueólogos proponen que nuestros ancestros se hicieron humanos al habitar regiones tectónicamente activas.

Supieron aprovechar la configuración geológica que, aunada a un clima muy particular, propició la evolución de una flora distintiva, que proveyó recursos variados a los cazadores y recolectores. Estos supieron aprovechar la irregularidad del terreno para obtener valiosos recursos alimenticios, cazando grandes herbívoros al hacerlos caer en estampida. Los taludes y otras barreras físicas les ofrecieron protección contra depredadores y enemigos. Todo esto propició una serie de adaptaciones humanas desde la prehistoria, las cuales fueron elementos clave en la consolidación de la macroregión de Mesoamérica como una de las cunas de la civilización en el mundo.

Son pocos los lugares que muestran una relación tan estrecha entre la historia humana y la naturaleza, lo que le da al Valle de Tehuacán-Cuicatlán un “valor universal excepcional” que hoy día es reconocido por la UNESCO al elevarlo a la categoría de Patrimonio Mundial.

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