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LA VOZ DE LA HISTORIA PERDIDA

LA VOZ DE LA HISTORIA PERDIDA

Jesús Vargas, el gran rescatista de la historia de Chihuahua

Es un apasionado de todo lo que emprende: la docencia, el deporte, el activismo social y desde hace 30 años, la historiografía.

Jesús Vargas Valdés, oriundo de Parral e hijo de minero, siempre intenta cumplir consigo
mismo, con sus ideales y convicciones. Se formó dentro y fuera de las aulas al convivir con maestros y mayores, atesorando consejos, ejemplos y cualidades y continúa aprendiendo de quienes llegaron antes, divulgando sus enseñanzas.

A los 30 años, consciente de sus limitaciones intelectuales, se comprometió en prepararse sin olvidar sus raíces obreras y tras el contacto con documentos regionales, libros y periódicos descubrió la grandeza de la historia chihuahuense, desde entonces registra y difunde los acontecimientos y personajes relevantes olvidados por la memoria social que dignifican al gran estado.

“Decidí entregar mis modestos conocimientos y aptitudes a descubrir nuevas miradas que estaban enterradas”, afirmó.

Forja su carácter
“Mi universidad la hice entre obreros, campesinos, la sociedad marginada”, indicó y defendió “mis aliados son los libros; he aprendido más de ellos en comparación con lo que me hubiesen aportado las universidades, los títulos profesionales”. Por eso recomienda que se conozca y valore al pueblo trabajador y se cultive la lectura desde la infancia.

Durante la primaria aspiraba a ser sacerdote, fervor que terminó al egresar; en secundaria se apasionó por el basquetbol y al estudiar el bachillerato en la Ciudad de México formó parte de la selección del Instituto Politécnico Nacional, asistiendo a varios campeonatos en el país.

En la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del IPN descubrió la perspectiva científica, “el universo de mis lecturas creció estrepitosamente y mi sensibilidad se abrió libremente al arte”, recordó.

En 1968 vivió la experiencia que marcó su investigación, su vida y la de México, se integró a la huelga estudiantil del 2 de octubre y obtuvo una visión más profunda de las causas sociales; en 1970 abandonó la carrera, se casó con Marcela Frías y en Durango se unieron al movimiento campesino dirigido por Álvaro Ríos, y después se integraron a otros movimientos sociales en diferentes ciudades del norte del país.

En 1979 regresaron a Chihuahua, se dedicó a la docencia en el nivel medio superior por 10 años y de 1990 hasta 2014 ocupó la plaza de historiógrafo en la UACJ. Desde 2020 forma parte de la Academia Nacional de Historia por el Estado de Chihuahua.
Vargas expuso que el obstáculo más grande que enfrentó fue y es ejercer su libertad, con sus riesgos, consecuencias, logros y fracasos.

Legados memorables
La fragua de los tiempos es quizás uno de sus trabajos más conocidos por los capitalinos. La sección publicada desde 1978 hasta 2020 en El Heraldo es un registro de Chihuahua y llegó hasta el
número 1300; se ha seguido publicando en las redes sociales y actualmente salió el número 1370.

Vargas tiene otra faceta, la de empresario. El Café Calicanto fue punto de encuentro para amantes de la historia regional, música y el arte. El profesor aportó a sus tres socios una idea simple que
realmente era una necesidad social y juntos desarrollaron el espacio que fue ícono de la ciudad por 20 años.

El historiador advirtió que Chihuahua se encuentra desde 1970 en un estado de aletargamiento y recomienda que empresarios, autoridades y ciudadanos conozcan la historia, abran espacios
culturales, superen el conservadurismo y se abandone el miedo del futuro para que las generaciones crezcan libres.

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